EL HILO
de Inés Bengoa
Fuente Foto.
Le gustaba el orden, la pulcritud, el “cada
cosa en su sitio”. Es por esto que todos los días se esmeraba en dejarlo todo
bien recogido. Después, echaba un vistazo alrededor, respiraba una enorme
bocanada de aire y sonreía, de oreja a oreja.
Ese día, como los otros, hizo la cama, echó
la ropa sucia al “cubo de la ropa sucia” y cogió un jersey del armario. Al ir a
ponérselo vio como de un extremo sobresalía la punta de un hilo. Tiró de él. Al
principio con suavidad pero, al ver que no salía, tiró un poquito más fuerte.
Sí, ahora salía. Salía y seguía saliendo. Y empezó a arrastrar un poco de lana.
Pero ella siguió tirando: ese hilo no podía estar ahí. Y tiró, y tiró… Y fue
recorriendo pasillos con su hilo, abrió la puerta de casa y siguió tirando, y
se alejó por el camino mientras tiraba, y se perdió de vista en el horizonte.
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