UNO
de Cristina
Verbena
En el sueño llueve. Ella corre a la
cabina en el fondo de la
plaza. Las monedas en la mano. Marca, lento, le
cuesta recordar, el número de casa y no oye la voz que espera sino la del amigo
que murió: "Eres preciosa, le dice, te irá bien, preciosa"... Se
corta. Marca de nuevo. Nada. Ni su casa, ni la voz. En el sueño gasta
todas las monedas.
DOS
de Cristina
Verbena
En el sueño cae desde lo alto de bruces
contra el suelo. Ahí se queda, muy quieta. Dolor. Suena el teléfono. Rebusca en
el bolsillo, es su hermana. "Estaba recordando, tata, dice antes de que
ella logre hablar, cuando éramos pequeñas y tu te lanzabas en plancha a parar
todos los balones. Eras la mejor portera del mundo, ¿recuerdas?"
"Si",
contesta aún en el suelo, risas y llanto a un tiempo, "recuerdo lo
importante que era pararlos".
CRISTINA VERBENA. Se atarantó de
pequeña, no con una araña, sino con los cuentos. Se atarantó y entre sus labios
se tejieron las historias. Y por eso baila, y por eso canta, y por eso cuenta,
para atarantarse de ritmos, de sonidos, de palabras.
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