UNA SONRISA
de Manuel Castaño
Se conocieron en el instituto, se
gustaron, se declararon y se juraron amor eterno.
Tres hijas y unas bodas de oro después
seguían juntos. Se amaban como el primer día, y como el segundo y como el resto
de su vida.
Cuando a ella le diagnosticaron una
metástasis incurable él sintió que la vida se les escapaba, sintió que se le
partía el alma, que se desgajaba por dentro. Y con el alma partida contempló día
tras día la pérdida de consciencia de su amada.
El día en que ella murió, a él lo
encontró pocas horas antes una de sus hijas, como dormido en un sillón de casa,
con el álbum de fotos familiar abierto y con una sonrisa en los labios.
Una
sonrisa como único equipaje para encontrarse con ella.
MANUEL CASTAÑO. O Manuel Légolas
como también gusta llamarse en esto de los cuentos, es extremeño de nacimiento
y alcalaíno de adopción. Gusta de comer y beber bien. Y de contar cuentos. Y
las tres cosas procura hacerlas en compañía. Comer y beber con cualquiera que
le preste estómago o paladar. Y contar suele hacerlo con Carmen Fernández, o
Carmen Légolas.
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