de Virginia Imaz
Se habían conocido durante el naufragio.
La primera impresión que él tuvo fue que la fatalidad le había unido a una niñata remilgada que pedía disculpas cada vez que con gesto desvaído vomitaba un batido de algas on the rocks.
A ella, sin embargo, le pareció que no hubiera podido naufragar con nadie mejor: tenía ante ella a todo un hombre. A saber: un espécimen con dificultades para relacionarse socialmente, poco detallista, algo prepotente y demasiado peludo para su gusto, pero que parecía increíblemente dotado para hacer frente a ese detallito de la supervivencia.
Cuando exploraron los alrededores a ella le entraron ganas de mear y a él el desánimo. Pero, por supuesto, ni uno ni otra osaron confesarlo.
En aquel islote pelado y desierto no había nada a excepción de un par de cuchillos sobre un montón de huesos humanos.
Se miraron buscando algún indicio.
Ella, anhelante, clavó su mirada en los labios de él y preguntó:
- ¿Qué hacemos primero?
El, hambriento, respondió sin poder quitar la vista de los muslos de ella:
- El amor. Primero el amor.
- Sí – concedió ella–, para empezar a matarnos, ya habrá tiempo.
Virginia Imaz es una maestra en esto de contar cuentos. Lleva muchos años contando, recopilando, enseñando y compartiendo la vida.