DESPISTE
de Virginia Imaz
Olvidaba habitualmente donde había puesto las llaves, las gafas, la cartera. Donde las ilusiones o la esperanza. Se le pasaban las citas, ignoraba si era jueves o domingo. Era esencialmente buena gente porque jamás recordaba ni agravios ni traiciones. De vez en cuando traía flores o música a casa, para celebrar alguno de los aniversarios que estaba seguro de haber olvidado. Así, por ejemplo, su mujer llegó a cumplir años siete veces en un mes.
Siempre había sido muy despistado. Por eso cuando se presentó en casa en avanzado estado de putrefacción, ella se creyó en la obligación de recordarle, con inmensa ternura, que hacía más de veinte meses que estaba difunto. Él le respondió riéndose con una voz como de agujero:
- En esta ocasión el despiste es tuyo, cariño. Yo ya sé que me morí. Creo que has olvidado que tú todavía no.
Siempre había sido muy despistado. Por eso cuando se presentó en casa en avanzado estado de putrefacción, ella se creyó en la obligación de recordarle, con inmensa ternura, que hacía más de veinte meses que estaba difunto. Él le respondió riéndose con una voz como de agujero:
- En esta ocasión el despiste es tuyo, cariño. Yo ya sé que me morí. Creo que has olvidado que tú todavía no.
Virginia Imaz es narradora, clown y una mujer que siempre debería estar cerca de uno. Y lo está realmente.