Encontró una carta en su buzón que no era para él. Iba a devolverla al correo cuando se lo pensó mejor, olía tan bien ¡Y estaba escrita a mano! Con una letra femenina y elegante. No pudo resistir la tentación y la abrió. Era una carta de amor. Apasionante, maravillosa. Lo que hubiera dado él porque alguna vez le hubieran escrito algo así. Se sintió celoso de aquel tipo al que iban dirigidas tan ardientes, amorosas palabras. Por la noche no lograba conciliar el sueño pensando en como sería aquella mujer, en sus manos, en su pelo, en sus ojos...así que decidió contestar la carta.
Ella recibió, por fin, una carta. Al principio estaba exultante de alegría. Pronto se transformó en sorpresa. No era de él. Era de un desconocido. La sorpresa dio paso a la irritación: un intruso había leído algo tan suyo, tan íntimo,. Iba a romperla, pero pudo más la curiosidad. Después de unas tímidas disculpas, también él le escribía una carta de amor. Maravillosa, apasionada. No sabía que hacer con el nudo que tenía en el estómago, con la desazón que aquello le había provocado y por la noche, insomne, contestó a aquel extraño.
Se enamoraron. Esperaban como quinceañeros la carta semanal. Su amor era un amor postal, nunca quisieron verse en foto o encontrarse, ni siquiera hablar por teléfono, porque sabían que la realidad jamás podría igualar aquel mundo de maravilla que habían levantado sobre el papel.
A Carles Cano le encanta el cine, hacer cosas nuevas, tener montones de proyectos, la gente simpática, los perros sin marca, los gatos de los tejados y las morcillas de cebolla. Poeta, escritor, profesor de instituto, locutor de radio, guionista de televisión, y cuentacuentos son solo algunas de sus facetas profesionales. http://www.carlescano.com/