LA SOMBRA DE LA ABUELA
de María Molina
Cada
día entiendo mejor las sombras, con mi edad ya se entienden mejor estas cosas
oscuras.
Mi
nieto las hace “chinescas”.
Ayer
se me acercaba como un caracol fantasma. Para él las sombras son juguetes. Para
mi también lo fueron. Yo no las llamaba “chinescas”, entonces no se conocían
estas palabras, eran “sombrajos”, “películas con dedos”, “marionetas de luz”.
Los domingos hacíamos “teatros” con ellas…
Ahora
para mí las sombras son más cosas…
La
del puente nuevo sobre el muro me hace sentir pequeña cuando espero el autobús.
Tan grande es el puente nuevo como su
sombra y tan pequeña soy yo como la mía al lado de él.
A
veces, mientras espero allí, me entra
una mezcla entre flojera y ganas de
jugar. Y así, floja, medio soñando,
repto como caracol en sombra por el muro,
hasta la silueta del puente y me fundo con ella. Luego, por la sombra
del puente cruzo al otro lado, donde los que ya se fueron me están esperando.
MARÍA MOLINA es contadora, titiritera,
soñadora, Maricuela. Es un cascabel de papel, dos ojos, a veces tres. Sale de
una maleta, viaja en tren y tiene las orejas del revés.
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